Patxi tiene PIF.

Detectamos que algo no iba bien con Patxi y lo llevamos al veterinario de urgencia. Descubrimos que había desarrollado PIF y decidimos luchar para salvar su vida!

La Peritonitis Infecciosa Felina (PIF) es una enfermedad catalogada como fatal para gatos, que tenía una mortalidad del 100%. Desde hace pocos años hay un tratamiento efectivo, que no solo evita su muerte, sino que si es aplicado a tiempo, consigue que remitan los síntomas y el gato tenga una vida normal.

Es un tratamiento no autorizado en nuestro país, pero que ha salvado la vida a miles del gatos que sufrían esta enfermedad en los últimos años. A continuación te contamos más sobre la PIF , y te animamos a poner tu granito de arena para ayudarnos a salvar a Patxi!

Esta es la historia y evolución de Patxi.

Cada vez que demos un paso adelante con él, hagamos una revisión, haya cualquier cambio importante, añadiremos esa parte de su historia.

El coste de sus facturas veterinarias, revisiones y tratamiento completo, ascenderá a 3.000€ o más.

Por favor, échanos una patita para curar a Patxi. Cualquier donativo cuenta para él, por pequeño que sea.

 Preguntas frecuentes
sobre la PIF

  • PIF son las siglas de Peritonitis Infecciosa Felina (FIP en inglés), una enfermedad que la especie felina puede padecer. Su existencia fue detectada por primera vez en 1963, y catalogada en 1979. Desde entonces ha sido estudiada, buscando posibilidades para la prevención de su contagio y desarrollo, así como su tratamiento y curación.

    Es una enfermedad vírica, causada por el coronavirus felino o CVF (FeCV en inglés). Más del 80% de los gatos han tenido contacto con el coronavirus en su forma entérica (cepas comunes); pueden mostrar algún síntoma leve, como diarrea o fiebre, pero su sistema inmunitario combate al virus y el gato sana. El coronavirus como tal, no es generalmente peligroso para los gatos.

    Pero sucede que, esporádicamente (en menos del 10% de los gatos expuestos al virus), un gato en concreto, puede tener la capacidad única e individual de mutar el virus en una forma muy virulenta. Tras un episodio de estrés (y la consecuente bajada de defensas asociada por ello), el gato muta el virus y comienza a desarrollar la enfermedad.

    Esto puede ocurrir tras 7-10 días desde que el gato se contagia. Pero también pueden pasar días, semanas e incluso años, desde que el gato se ha contagiado, hasta que desarrolla PIF y muestra síntomas.

  • IMPORTANTE: Que un gato tenga coronavirus no implica que desarrolle PIF. Muchos factores intervienen en que suceda la enfermedad, principalmente el gato concreto y su capacidad de mutar el virus.
    Aún es más, ese gato no tiene por qué vivir solo para “evitar contagiar al resto”. Si hiciéramos un estudio PCR a gatos en sus casas, prácticamente todos nos darían positivo. Es un virus muy frecuente en gatos y que, en su forma entérica, no suele representar riesgo para su salud.
    Si en algún momento tu veterinario te dice que tu gato es “positivo en coronavirus”, no te eches las manos a la cabeza y pienses que se va a morir mañana. Haber estado en contacto con el coronavirus es de lo más normal en gatos, y es realmente la sintomatología lo que nos indica si un gato ha desarrollado PIF o no.

    Cualquier gato es susceptible de enfermar de PIF, porque no tenemos medios actualmente para saber si un gato tiene la capacidad de mutar el virus o no. Pero sí es cierto que hay “grupos de riesgo”, con muchos más casos documentados que de otras características:

    • Alrededor del 80% de los casos se dan en gatitos de menos de 2 años de edad, siendo más frecuente todavía en gatitos de 7 meses o menos.

    • Curiosamente, son más susceptibles los gatos de raza, los machos (en referencia a los casos en hembras), así como algunos gatos senior.

    • Es más frecuente su desarrollo en entornos “multi-gato”. No solo en protectoras y refugios, también en criaderos de razas u hogares con muchos gatos. La razón no es “porque haya muchos gatos” en sí, sino porque frecuentemente hay más estrés en núcleos de muchos gatos, así como una higiene general menos exhaustiva…

    Queremos decir con todo esto que hay que normalizar esta enfermedad. Que es habitual y normal que se den casos en protectoras (y la que te diga que no ha tenido ningún gato enfermo de PIF, probablemente miente…). Que tener un gato con PIF no tiene por qué significar que todos los gatos a su alrededor vayan a enfermar también. Que la PIF es una lotería y, hasta que comienza la enfermedad en sí misma, no hay forma de diagnosticarla, por lo que cualquier gato “aparentemente sano” puede desarrollarla sin aviso previo.

  • Conforme se avanza en los estudios clínicos de esta enfermedad, se van descubriendo más tipologías de PIF. El virus es capaz de atacar diferentes órganos del gato, por lo que los síntomas pueden ser extremadamente variados, según dónde se focaliza el virus.

    Hay una sintomatología general que parece ser común en prácticamente todos los casos de PIF. El gato comienza a estar letárgico, inactivo, y poco a poco va perdiendo el apetito, puede que vomite o tenga algo de diarrea, fiebre alta, pierde peso y entra rápidamente en un estado de anorexia. Recordemos que la PIF es muy rápida y agresiva, y puede acabar con la vida del gato en muy pocos días…

    Además de todos estos síntomas genéricos, hay otros específicos, los cuales dependerán de los órganos a los que ataque el virus específicamente. Por norma general, la PIF se separa en dos grandes grupos, según sintomatología:

    • PIF efusiva (o húmeda). Es la más frecuente y su síntoma principal es la presencia de líquido libre en la cavidad abdominal o la torácica. Es decir, el gato muestra una peritonitis, y es por esta variante que la enfermedad recibe su nombre (incluso sin haber líquido).
      El líquido es de color amarillo intenso, y causa inflamación en el gato, vasculitis y anemia.

    • PIF no efusiva (o seca). Causa granulomas en diferentes órganos, como pueden ser riñones, hígado, intestino, ojos e incluso cerebro. Suele cursar con síntomas oculares (como la uveítis o problemas de retina), problemas neuronales con signos de movilidad (ataxia, temblores, descoordinación, etc.), hiperestesia, nistagmo y otros síntomas de sistema nervioso alterado.

    La forma no efusiva es más complicada de diagnosticar, ya que los síntomas pueden ser compatibles con muchas más patologías y no muestra algo “tan evidente” como un abdomen lleno de líquido… Así que tenemos que estar atentos a todo el conjunto de síntomas y actuar rápido junto a nuestro veterinario de confianza.

  • Durante décadas, e incluso actualmente, la PIF es una enfermedad muy mal diagnosticada. No existe una prueba exacta que la diagnostique, por lo que frecuentemente se llega tarde a su detección. También ha ocurrido a la inversa en muchas ocasiones, donde gatos han sido mal diagnosticados de PIF y han sido eutanasiados pensando que no había solución. Enfermedades tales como pleuritis, trauma físico, toxoplasmosis, pancreatitis, linfoma, etc., son también compatibles con los síntomas de PIF y, en algunas ocasiones, el gato pudiera haber sido tratado y quizá salvado.

    Aunque la ciencia avanza en el proceso de diagnosis, a día de hoy no hay una prueba específica y definitiva para un diagnóstico certero. Son los síntomas lo que nos pueden hacer sospechar de que el gato tiene PIF, y el veterinario irá realizando diferentes pruebas que apoyen el diagnóstico, o lo descarten:

    • Analíticas sanguíneas. Si un gato está en desarrollo de PIF, hay valores concretos que saldrán alterados. Principalmente se encontrarán linfocitos y glóbulos rojos bajos (anemia) y, por otro lado, neutrófilos, proteínas, enzimas hepáticas y bilirrubina altas.

    • Test de Rivalta. Cuando un gato padece PIF efusivo, frecuentemente se realiza un test del líquido libre, que mide la cantidad de proteínas presentes. No es concluyente, pero sí es cierto que una presencia muy elevada de proteínas en ese líquido, es síntoma de PIF.

    • PCR de ARN del líquido. Se puede enviar también una muestra del líquido a laboratorio, para comprobar específicamente si hay presencia de coronavirus en él. Cada vez son más específicos, pudiendo detectar las 2 mutaciones concretas. No obstante, esta prueba no es concluyente por sí sola, y hay documentados numerosos falsos positivos.

    • PCR-RT del líquido. Aunque la PCR normal busca la presencia del RNA del virus, la versión RT (Real Time) calcula la cantidad total presente en la muestra. Si tenemos un porcentaje muy alto de coronavirus en ese líquido, sí podemos asegurar que éste es el responsable de la enfermedad del gato. Esta prueba ha comenzado a estar disponible en España este mes de abril con un único laboratorio, Laboklin.

    • En los casos de PIF no efusivo, estas pruebas anteriores se pueden realizar en el humor acuoso del ojo, del líquido cefalorraquídeo, o de muestras de tejido extraídas mediante biopsia quirúrgica.

    Estas pruebas, apoyadas por el conjunto de síntomas, diagnóstico por imagen, etc., son las que irán estrechando el círculo al diagnóstico. No obstante, como ya hemos explicado con anterioridad, la PIF es muy agresiva y rápida, por lo que no podemos perder tiempo en iniciar el tratamiento con el antiviral, en caso de que la sospecha de PIF sea firme.

    Ahora os hablamos del tratamiento en sí, pero en este apartado queremos comentar que, ante la duda, es preferible comenzar a administrarlo lo antes posible. Si es cierto que el gato padecía PIF, en pocos días veremos una gran mejoría y remisión de síntomas. En caso de que no fuera PIF, se suspende el tratamiento, que no tiene efectos secundarios documentados, ni interfiere con otros fármacos.

    Básicamente: si tiene PIF, el tratamiento probablemente salve la vida del gato. Si no lo tenía, tampoco habrá provocado ningún mal en él o en el avance de la enfermedad real que padeciera.

  • Esta enfermedad ha sido catalogada como mortal durante décadas. Se intentó en vano realizar vacunas (su uso está desaconsejado) y no había ningún tratamiento ni alternativa para salvar a nuestros gatos.

    El doctor Niels Pedersen, profesor emérito del Departamento de Medicina y Epidemiología de la Universidad de California, estudió la PIF, su funcionamiento, y posibles soluciones y tratamientos. Ya en 2019 publica un estudio usando el antiviral GS-441524, y demostrando que fue efectivo en 26 de los 31 gatos sometidos a estudio.

    Hacen falta muchos estudios clínicos para que el uso de un antiviral sea aprobado, y el problema principal por el que se paralizó todo, es la pandemia de la COVID. Este tratamiento para la PIF comparte muchísimas características con aquellos que estaban en estudio y desarrollo para patologías como SARS-CoV-2, llamado Remdesivir (GS-5734), primo hermano del GS-441524. Se temía por su mal uso en humanos sin estar autorizado (sí, la humanidad es capaz de beber lejía porque es desinfectante, qué os voy a contar…). Y no nos equivoquemos, todos sabemos que la farmacéutica es una industria que se guía por las ganancias económicas y, por lo que sea, aprobar el uso del antiviral para gatos no les interesa ahora mismo.

    Actualmente, el uso de este antiviral está autorizado en algunos países, como Reino Unido, Australia, o Canadá (aprobado en febrero de 2024). Aquí en España, como en otros muchos países, llevamos años usándolo, aún sin estar autorizado, consiguiéndolo a través de grupos de apoyo a familias con gatos diagnosticados de PIF, consiguiendo el tratamiento en el mercado negro.

    Tanto las personas del ámbito de la protección animal, como muchos veterinarios y particulares afectados, estamos luchando por la aprobación del tratamiento. Para que sea completamente legal, y que los veterinarios puedan prescribirlo y administrarlo. Y podamos adquirir el antiviral de forma fiable, y no teniendo que confiar en un fármaco sin etiqueta ni prospecto…

  • Actualmente el tratamiento existe en formato inyectable subcutáneo y en oral (pastillas). Cada formato suele fabricarse con diferentes concentraciones del principio activo, para ajustarse a cada paciente. Hay distintas marcas y fabricantes, algunos más fiables que otros… No te la juegues, déjate aconsejar por los que te ayuden a conseguir el tratamiento, ya que ellos tienen mucha información del tema, y el objetivo es curar al gato.

    Dependiendo de si es un PIF efusivo o no efusivo (y si este último es ocular o neuronal), se usa una concentración menor o mayor. La dosis siempre se calcula en referencia a esa concentración, y en función del peso del gato. Cuando el gato va mejorando, vuelve a alimentarse con normalidad, gana peso, y hay que ir ajustando la dosis en proporción.

    El tratamiento ha demostrado ser efectivo cuando se administra durante 84 días seguidos (en ocasiones se puede alargar). Se debe hacer diariamente, siempre a la misma hora, y sin saltarse ninguna toma.
    Normalmente se comienza administrando el formato inyectable, ya que su absorción total es más segura que en su forma oral (donde se absorbe por el digestivo del gato). Así, atajamos rápidamente los síntomas del gato y, si el tratamiento funciona, en pocos días se ve una mejoría palpable: no hay fiebre, el gato comienza a comer solo, ya no está tan apático…

    En caso de que veamos efectividad del tratamiento, pasados mínimo 10-14 días, se puede pasar al formato oral. Suele subirse ligeramente la dosis para asegurarnos la suficiente absorción del principio activo. Este cambio responde a dos cuestiones:

    • El formato inyectable es complicado de administrar: no todo el mundo sabe (o se ve capacitado) para pinchar a un gato, más todavía si es el tuyo propio… Aunque van mejorando las prestaciones del tratamiento, es un líquido muy denso y, por tanto, muy doloroso para el gato. Hay que ir cambiando la zona de inyección y puede haber reacciones cutáneas, como si fueran quemaduras superficiales, además de pequeñas vacinosis (mala absorción de un inyectable que produce tejido duro en la piel).

    • Conforme va habiendo más casos de gatos tratados, se ha observado que el formato oral produce menos reservorios (restos del virus en el organismo), por lo que es menos frecuente que el gato tenga una recaída posterior.

    Todo esto debe acompañarse de los tratamientos complementarios que el veterinario determine para el gato, ya sea corticoide para la anemia, antibiótico para infecciones secundarias, gotas para la uveítis, etc. Y, por supuesto, debemos dar una muy buena alimentación al paciente felino, y sería muy positivo apoyar el tratamiento con pre/pro/postbióticos.

    IMPORTANTE: Existe una página donde todos los que usamos el GS-441524 volcamos los datos iniciales del diagnóstico. Cada 4 semanas se debe hacer un chequeo y estudiar la evolución del paciente, para ver si el tratamiento está funcionando correctamente. Las revisiones se hacen a las 4 semanas, a las 8 semanas y a las 12 semanas. No solo sirve para monitorizar la evolución del paciente, sino también como estudios clínicos para, esperamos, la pronta aprobación del fármaco de una vez por todas…

  • La respuesta a día de hoy es: SÍ, ¡¡EL GATO PUEDE SALVARSE!!

    El tratamiento con el antiviral no funciona absolutamente siempre, si bien su éxito está actualmente en alrededor del 84% de los casos. Hay que tener en cuenta que el tiempo juega en nuestra contra y que, muchas veces, el tratamiento y las complicaciones para acceder a él, hacen que no se llegue a tiempo para salvar al gato, porque la PIF ya está muy avanzada.

    En otras ocasiones ocurre que no es la única enfermedad existente y, si el gato ya sufría de otras patologías (como inmunodeficiencia o leucemia), es mucho más complicado tener éxito, aún aplicando el tratamiento a tiempo.

    Se sabe también que existe la posibilidad de que un gato, habiendo sido tratado con éxito, tenga una recaída y desarrolle de nuevo la enfermedad. Todavía no hay ninguna prueba veterinaria que certifique que el gato se ha curado del todo y que no ha quedado ningún reservorio del virus que pueda reactivarse. En esos casos se puede llegar a realizar un nuevo tratamiento completo, con una dosis más alta. Esto queda a elección de su responsable.

    Pero el éxito está ahí, ¡la gran mayoría de los gatos se salvan! Y pueden llevar una vida larga y plena, como cualquier otro gato sano que no haya sufrido PIF.
    Y por eso hemos decidido luchar por Patxi, ayúdanos con un donativo para su tratamiento pinchando AQUÍ

  • ¡¡ACUDE URGENTEMENTE A TU VETERINARIO!!

    Lo primero siempre es estabilizar al gato, bajarle la fiebre y realizar pruebas diagnósticas, analíticas y lo que el profesional veterinario crea que sea necesario. Si se sospecha de que los síntomas sean compatibles con PIF, pide a tu veterinario que te lo explique y te diga qué hacer a partir de ahí.

    No todos los veterinarios saben de PIF, han tenido casos constatados, o menos han tratado gatos con esta enfermedad recientemente con el antiviral. De hecho, que quede claro: ningún veterinario está obligado a recomendarte el tratamiento ni puedes forzarle a administrarlo. NO está aprobado actualmente, por lo que “no debería pautar un antiviral no autorizado”.

    No obstante, hay profesionales veterinarios que, a día de hoy, habiendo sufrido la pérdida de innumerables pacientes con PIF a lo largo de su carrera, han puesto su confianza en el GS-441524, te indican cómo acceder a él y te acompañan en el tratamiento (que tú aplicas por tu cuenta y riesgo…). Llama a todas las puertas, seguro que das con uno de ellos.

    IMPORTANTE: Nosotros NO vamos a facilitarte el tratamiento ni la vía de contacto para conseguirlo. Aunque sabemos de su efectividad, tiene que ser un veterinario el que, con las pruebas diagnósticas en la mano, te sugiera usar el tratamiento. Si nos llamas o escribes, solamente te diremos que preguntes a tu veterinario, que es lo que procede.

Bibliografía: