Cómo afrontar los momentos más difíciles.

He querido inaugurar este blog de Gatologías con un artículo que a todos nos toca de cerca, una situación que tarde o temprano debemos afrontar, para la cual nadie nos ha preparado, y que a muchos de nosotros nos quita el sueño: mi gato se está muriendo (o sufriendo) y no sé qué hacer…

Los gatos son seres vivos y, como tales, enferman de forma crónica, de urgencia o súbita. Nos remueve internamente el horrible pensamiento de que nuestro gato va a morir, que no vamos a hacer lo suficiente para salvarlo, y nos sentimos confusos con qué hacer desde el mismo momento en que vemos que se nos escapa de las manos, que nuestro gato está mal.

Por ello, en este artículo inaugural, quiero hablaros de las situaciones de urgencias veterinarias y de unas líneas de cómo actuar, de la forma más objetiva posible, porque siempre la procesión va por dentro…

Gatito y yo, uno de nuestros últimos vídeos juntos, al inicio del verano de 2019.

Entremos en situación.

Todos los que convivimos con animales debemos afrontar el trance, una o varias veces en sus vidas, de urgencias o enfermedades graves, y vernos obligados a actuar de emergencia y, en muchas ocasiones, debatirnos entre decisiones complejas para salvar sus vidas.

Corremos al veterinario con nuestro gato en estado crítico, asustados completamente, sintiendo que se nos va... Lo entregamos a unos desconocidos y depositamos nuestra fe en sus conocimientos veterinarios, con la esperanza de que, por lo menos, estabilicen a nuestro pequeño, que pueda tener una oportunidad de salir adelante. En ocasiones conocemos a ese profesional, y él a nuestro gato, y en otras no hemos tenido más remedio que acudir a ese sitio cercano (o al único abierto que nos podía atender) una Nochebuena a las tres de la mañana.

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A veces no llegamos a tiempo, o era imposible salvarle, pero si conseguimos superar este punto de inflexión y el gato sobrevive, comienza otro calvario: la toma de decisiones. Aquí entran muchos factores que tenemos que tener en cuenta: el historial clínico del gato, la edad que tiene y su esperanza de vida, si es la primera vez que le ocurre o es algo crónico, cómo se ha desarrollado el episodio, el pronóstico reservado...
Sumado a ello, nuestra parte humana: queremos que continúe a nuestro lado, pero, ¿dónde se supone que está el límite? ¿Tendrá calidad de vida si luchamos todo lo posible? ¿Cómo afrontaremos el gasto económico y el desgaste emocional de los tratamientos, a veces muy agresivos?

Desde la experiencia, tanto personal como profesional, quiero dejar unos consejos (o más bien análisis de la situación) que a mí me han sido muy útiles en estos eventos tan desagradables y personalmente complicados. Algunos me los dieron terceras (y queridas) personas, otros, los aprendí a hostias y fallando en mis decisiones, algo con lo que sigo luchando para aceptar y superar.

Esto es un panorama general, puesto que cada caso, gato y humano, son diferentes. Pero al margen del desarrollo particular, sí que hay ciertos aspectos comunes, así como herramientas que pueden aligerar nuestra carga en estos momentos críticos o, por lo menos, darnos un poco de perspectiva sobre los mismos.

Wasabi, la primera ingresada de La Gatoteca, con triaditis e ictericia. Hicimos todo lo posible, pero acabó falleciendo.

Información veterinaria veraz.

Nunca hagas nada ni tomes decisiones sin tener un panorama general de la situación. Qué sospechamos que padece el gato. Se piensa que lo que le ha ocurrido es la causa, o un síntoma de algo que desconocemos todavía. Qué diagnósticos buscamos y qué pruebas habría que realizar para confirmar o descartar cada uno de ellos, y en qué orden convendría ir buscando. Ser informados debidamente de los procedimientos que se proponen y qué conlleva para el gato, cómo de invasivo va a ser, o los posibles efectos secundarios que pueden surgir (por ejemplo, al aplicar una anestesia). Qué precio tienen esas pruebas y si estamos en disposición de costearlas…
Es imprescindible tener a nuestro lado un profesional veterinario con el que poder hablar, que nos informe y explique el estado del gato y los procedimientos, que sea capaz de dialogar con nosotros. Él es el experto, pero tú eres el propietario… No hablo de que sea tu psicólogo ni te coja de la manita, hablo de que te facilite toda la información que tú necesites y sepas cómo está tu gato en cada momento. Si esto no ocurre y no confías en él, te animo a que te lleves al gato a otra clínica, estás en tu pleno derecho.

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Siempre se recomienda una segunda opinión.

Por más profesional que un veterinario sea, no debemos presuponer que tiene la verdad absoluta… Esto no es un agravio para con el gremio veterinario, al contrario, porque también están en su derecho de no saberlo todo, o de ser la primera vez que dan con un caso similar, y no es justo poner todo el peso de la vida del gato en ellos (y luego, en muchas ocasiones, culparlos por cómo se desarrollan los hechos…)
Muchas veces conviene consultar con otros profesionales, a ser posible especialistas en la rama específica del problema que surgió (digestivo, traumatología, oncología, etc.), e incluso recomendable que pertenezca a una clínica distinta a la original. Que no te asuste pagar una consulta para ver al veterinario en persona, contarle cómo han discurrido los hechos, los síntomas, mostrarle todas las pruebas y analíticas que tengas, y que te dé su opinión profesional.
Lo normal sería que ambos profesionales coincidieran, pero puedes llevarte sorpresas… En ocasiones ese segundo veterinario ve algo que el primero no, considera que el orden de las pruebas puede mejorarse, o sabe de recientes avances en medicina felina que el primero desconocía, y te abre puertas (y la mente) a otras opciones que no se habían considerado todavía.

Cthulhu de La Gatoteca, justo antes de su último ingreso. Hubo que tomar muchas decisiones, finalmente marchó él solo, habiendo luchado todo lo posible.

La mayor premisa: Calidad de vida.

Es necesario no perder el foco, y esta es una de las partes más complicadas de valorar… Ahora, con la nueva Ley 7/2023, de 28 de marzo, de protección de los derechos y el bienestar de los animales, se define que: “La eutanasia solamente estará justificada bajo criterio y control veterinario con el único fin de evitar el sufrimiento por causas no recuperables que comprometa seriamente la calidad de vida del animal y que como tal ha de ser acreditado y certificado por profesional veterinario colegiado.”
Por más que nos duela, estamos obligados a ser realistas. Por supuesto que siempre la postura es luchar por la vida de nuestro compañero felino, pero debemos ser conscientes de los riesgos de cada prueba, que puede que su cuerpito no la soporte, que quede con tratamientos de por vida o con problemas de salud serios. No quiero asustarte, pero en algunos casos será incluso necesario que valores “tirar la toalla”, por el propio bien del gato, y dejarle descansar, no alargar más su sufrimiento. No dejaremos de pelear, pero debemos ser conscientes de la realidad, a ser posible con el veterinario a nuestro lado que nos oriente y asista con la verdad, y no con purpurina y arcoíris…

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La decisión final es tuya, y solamente tuya.

Ahora tenemos un panorama general delante nuestro, y debemos averiguar qué pasos queremos dar. Puede que se valoren diferentes pruebas, ingresos o altas, tratamientos establecidos por protocolos o de carácter experimental, la eutanasia… Y aquí es donde es clave saber que seremos nosotros los que decidamos qué vamos a hacer. No es un “todo vale”, y nadie te puede (ni debe) obligar a tomar una decisión que no te convence.
Este consejo me lo dieron a mí un día, y nunca lo olvidaré: “No hay una respuesta correcta a qué debes hacer. Cualquier decisión que tomes puede salir bien, o puede salir mal. Y eres tú el que acarreará con las consecuencias… Ni el veterinario, ni tu pareja, ni tu mamá o tu mejor amigo, nadie, absolutamente nadie, sentirá ese desasosiego interno. Ese trauma que persiste, incluso años después, causado porque tomaste una decisión de la que no estabas convencido, que te hacía sentirte incómodo. Sé fiel a lo que sientes. Decide lo que creas que es lo correcto para ti. Lucha, o tira la toalla y déjalo marchar. Pero sé tú el que decidas, porque es tu gato, tu compañero, y tu decisión, y de nadie más…”
Si algo te rechina, si te meten presión para hacer algo de lo que no estás convencido, si por más que insisten tú notas ese nudo en el estómago de que deberías hacer otra cosa, no le des demasiadas vueltas y haz lo que te hace sentir en paz y fiel a tus emociones. No escojas la opción que te dé la sensación de que te estás equivocando…

Alfie, que después de dos ingresos críticos, sigue recuperándose, a expensas de realizar más pruebas veterinarias y obtener un diagnóstico de qué le ocurre.

A veces se gana, otras se pierde…

En conclusión: nada nos asegura cómo se van a desarrollar los hechos, los gatos son seres vivos, tienen una biología compleja y la medicina veterinaria y diagnóstica, en muchas ocasiones, no llega a dar con la causa o el tratamiento necesario. Por más que luchemos, no siempre conseguimos que sigan a nuestro lado, sanos y felices. Pero si actuamos pasito a pasito, sopesando las posibilidades y escogiendo por nosotros mismos, por lo menos nos quedará la sensación de haber hecho lo correcto, para bien o para mal. Habrá sido únicamente nuestra decisión, y no la de un tercero…

Y ya para finalizar, dar muchos ánimos a todos los que pasáis por estas circunstancias. Son momentos muy complicados y en los que te sueles sentir muy solo e incomprendido. Busca un amigo animalero que sepa por lo que estás pasando, aunque sea solamente por poder hablar del tema y que no te miren como si fueras un marciano. Una mano amiga, siempre viene bien en estos momentos difíciles…

Dedicado a Gatito, siempre te echaré de menos, pero tomé la decisión acertada.
Eva Aznar - ABRIGA

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